domingo, 21 de marzo de 2010

El circo de Vietman vuelve a Madrid


Después de una año de idas y venidas con asuntos del corazón, teniendo otras prioridades, el pasado jueves pude disfrutar de "Lang Toi", una representación perfecta y llena de dulces ritmos que provocó en mí una sensación de calma y tranquilidad que llevaba buscando desde que el pasado 1 de Marzo de 2009 llegué a Madrid. Gracias Nacho.

Nada más entrar la escenografía te intimida. Sobre la gran pista del Teatro CIRCO PRICE se vislumbra a la derecha un grupo de vietnamitas con instrumentos ancestrales.
La luz se apaga y de repente aparecen los hombres con palos de bambú, según las propias palabras del autor el bambú ha sido algo permanente en la vida cotidiana de Vietnam, situándonos en una atmósfera casi etérea de paz y armonía. Crean varias figuras con los troncos mientras colgada de un cable una mujer vuela ante nuestros ojos haciendo acrobacias imposibles. La música se presenta totalmente acorde y en sintonía durante toda la representación. Marca con un ritmo sublime los cambios de tempo, lentos, rápidos y a veces incluso frenéticos. En un momento percibes todas las emociones. Las distintas formas y los juegos de luces se siguen entrelazando creando imágenes imposibles y bellas.
La naturaleza es el epicentro de la trama, la alegría se muestra en cada movimiento, en cada gesto, te enseña la vida de un pueblo. Del pueblo del autor. Un pueblo de campo, con una vida cotidiana en la que individuo tiene su función marcada. El mercado, la recogida del arroz, enamorarse, los rezos, el matrimonio, la lluvia… todo se incluye, es mágico.
De esta forma delicada y casi perfecta el espectáculo es capaz de trasladarte a las verdes laderas del país asiático, aquellas imágenes que todos recordamos de los paisajes frondosos y húmedos. Transmite calma, esa melancolía de las tradiciones ancestrales que solo aquellos que se mueven por la cultura de los grandes dioses y poderes poseen.
La parte más llamativa para mí ha sido el rezo a la lluvia. Marcando la importancia y la grandeza de la supervivencia, señalando lo indispensable de conseguir buenos cultivos y así arar mejor la tierra en algunos momentos ardua.
Al empiece tres actores se sitúan en el centro de la pista circense, uno con bolas y una especie de valija mientras los otros dos a los lados sujetan firmemente un palo de bambú cada uno. Los ritmos se suceden entre los distintos objetos presentados, la bola al palo, el palo al otro palo, y así consecutivamente hasta completarlo con el uso completo de todos ellos.
El clímax finaliza con toda la compañía rezando. Casi sin darnos cuenta, los espectadores, se hacen todos con palos e imitan el ruido de la lluvia cayendo, el sonido es “brutal” como si miles de personas golpeasen fuertemente cristales, in increcento, hasta que el sonido de un trueno rompe el acto volviéndolo todo negro.
Durante la representación existen distintas partes, unas más animadas y otras casi muertas. Las “muertas” rompen tanto el ritmo que hacen que la tranquilidad sea tan penetrante que casi podrías quedarte dormido de gozo.
Nhat Ly el autor de la obra la define como “la ilusión de la vida de un poblado”, y realmente lo consigue, tal vez en estos tiempos que corren sea difícil imaginar lugares dónde lo primordial no sea el estres e incluso la ansiedad, pero es real que una vez te sitúas en tu asiento y te preparas a vivir una experiencia que en principio para mí era desconocida pero atrayente, como es la cultura asiática, descubres que detrás de los grandes centros comerciales y rascacielos hay algo más. Algo intangible pero inherente a nuestra especia como es el amor, la alegría, la pena, o incluso la rutina en las costumbres, en definitiva la vida. Totalmente recomendable.

1 comentario:

  1. De nada, rubia... A tí por acompañarme :-). A ver si entre todos nos animamos y mantenemos vivos los blogs, ¡que por lo que veo somos ya unos cuantos en el Master!

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